Escrito para Fundación Kabbalah www.kabbalistas.cl
Blanco y negro. Bueno y malo. Alto y bajo. Feliz y triste. Así podríamos seguir adelante con centenas de palabras que tienen una contraparte. Nacemos en dualidad, creyendo ser antagonistas de otros, buscando destacar y relucir, buscando tener la razón, hacer justicia, ser la víctima o el victimario preparándonos para defendernos de delincuentes y ellos armándose para amenazarnos. Obviamente, este escenario es digno de una guerra, pero la dificultad no es ganarla; sino entender que dicha guerra NO existe.
No es que estemos locos, o que todo dé lo mismo. Efectivamente, tenemos un trabajo desafiante (corregir tikkún) en un contexto caótico y lleno de obstáculos (nuestra dimensión/planeta/malchut). Por lo tanto, decir que lo anterior es un escenario lleno de paz y armonía es claramente una descripción muy imprecisa de lo que fácilmente podemos definir como “lucha” o “guerra”.
A medida que avanzamos en el estudio y aplicación de la kabbalah en nuestras vidas, vamos nutriendo la certeza de que nuestra alma es perfecta, luminosa, sutil, y liviana, pero que su expresión se empaña por los límites que nos coloca el ego y el cuerpo físico. Cuando nos sentimos sobre pasados por la carga de los problemas que tenemos, decaemos sintiéndonos pesados y sin energía. Es ahí cuando (idealmente) buscamos ayuda. Deseamos profundamente que un doctor, psicólogo, o terapeuta, etc. nos sane y nos permita volver a “ver la luz”, hasta que un día entendemos que es uno quien debe propiciarse el bienestar de la mano de Hashem.
En ese trabajo uno se pregunta: ¿Cuál es mi camino espiritual? ¿Cómo puedo ser mejor persona? ¿Cómo puedo salir de esta realidad y ser más feliz? ¿Cómo puedo limpiar mi alma?
Esta última pregunta nos lleva de vuelta al conflicto de los antónimos. ¿Es posible limpiar mi alma? ¿Acaso alguna vez se ensució? ¿se puede realmente usar el set de palabras limpio/sucio con el alma del ser humano?
Nuestro Maestro Fundador Rab. Daniel Abaud es claro: “El alma es perfecta”. Así de simple. Ella no se siente triste, no se siente frustrada, traicionada, engañada, poca cosa y, por supuesto, sucia. Por lo tanto, cada vez que pensemos en limpiar nuestra alma, tengamos en cuenta que no hay que hacerlo. El objetivo es simplemente recordar que nuestra alma SIEMPRE está limpia. Lo que debemos limpiar entonces son nuestros pensamientos, que nos llevan a creer que nuestra alma algo necesita, siendo que ella no conoce el concepto de “carencia”.
Amigas y amigos, el alma tampoco conoce el término “guerra”. No es necesario que estemos a la defensiva o, peor, a la ofensiva. No hay nada que se pueda contraponer a nuestra esencia divina, excepto el hecho de que creamos que así es.
Los invito a meditar en el nombre de Di-s 72: Limpieza espiritual. Este nombre nos ayuda a recordar el origen de nosotros mismos y develar la verdad, o sea, la Luz, que siempre es la misma.
Con cariño
Maestra Guía Natalia Carretier.
Comments